4. Locución del Señor Jesús:
Hijo mío:
Mi Corazón Eucarístico languidece porque las almas no han entendido que soy el Milagro de los milagros, no han
comprendido que mi amor no tiene longitud ni diámetro.
Busco
adoradores del silencio y no los hallo, son pocas las almas que se dejan
seducir por mi voz, son pocas las almas que ahondan en mi misterio divino,
misterio entendible para los pequeños y humildes, pero incomprensible para los
grandes y arrogantes.
Una espada
atraviesa mi Corazón porque tengo muchas gracias para daros, pero muy pocas
almas vienen a recibirlas, almas inmiscuidas del mundo, almas de corazón
desértico que no han bebido de mis aguas refrescantes, almas con aversión a lo
espiritual pero aferradas a lo terrenal. Almas que han olvidado que Yo soy su Dios
y que por más que quieran estar alejadas de Mí, el día en que las llame tendrán
que verse conmigo cara a cara. Ese día abrirán sus ojos a la verdad, verdad que
rechazaron en vida.
No seáis
indolentes ni renuentes a mi amor, no desperdiciéis las gracias que os tengo;
venid a recogerlas, son perlas preciosísimas, incomparables a las riquezas del
mundo.
Os espero
para que os llevéis mi tristeza porque vuestra adoración es susurro de ángeles,
ángeles en la tierra que templan sus arpas y sus cítaras para cantar himnos de
júbilo y de adoración a un Dios presente en la Sagrada Hostia.
Os espero
para que elevéis vuestro espíritu al cielo y junto con los Ángeles adorad,
cantad y alabad mi Santo Nombre.
Os espero
porque tengo muchos dones para daros, abrid vuestro corazón que en él
depositaré innumerables gracias. Os espero para alivianar vuestra cruz, cruz
que jamás os habrá de faltar porque sin cruz difícilmente entraréis al cielo.
Os espero
para que consoléis mi agobiado Corazón, Corazón que por todo el amor que os doy
a las creaturas tan sólo recibo ingratitudes y desprecios.
Os espero
para que habitéis en uno de los aposentos de mi Divino Corazón; aposentos, aún,
vacíos porque muy pocas almas ganan méritos por adquirirlos.
Os espero
para escuchar de vuestros labios palabras de amor, palabras que lo enternezcan
y lo inflamen por vuestra presencia.
Os espero
para que os unáis a las Jerarquías Celestiales y me adoréis con gran respeto y
reverencia.
Os espero
para hacer de vosotros lámparas del Amor Divino porque es el oficio más sublime
que puedo conceder a un alma, alma que va perdiendo sus rasgos humanos para
divinizarse; alma que sin mí no podrá vivir porque soy la razón de su existir,
alma que hace de su vida salmodia de adoración, alma que convierte su oración
en canto de ángeles.
Las
lámparas del Amor Divino son almas hostias, pararrayos de Cristo. Aventuraos,
pues, al mundo sobrenatural, no escatiméis en vuestro tiempo, cedédmelo a Mí
que os sabré recompensar cuando os encontréis conmigo en la eternidad.
En la
tierra sois lámparas del Amor Divino, en el cielo seréis destellos fulgurantes
de mi Divinidad.
Alma adoradora del silencio:
Jesús
amorosísimo que sois el Milagro de los milagros, os adoro en unidad con los
Santos y los Ángeles. Sois el Emmanuel, Dios con nosotros, que permanecéis
cautivo de amor en la soledad de vuestro Tabernáculo, Tabernáculo custodiado
por millares de seres celestiales, seres que permanecen extasiados ante vuestra
sublime grandeza. Vuestra extrema bondad me atrajo a las penumbras del silencio,
silencio que hace de mí, alma adoradora de tan admirable Sacramento, Sacramento
amado y deseado por los corazones que se desviven en permanecer siempre a
vuestro lado.
Dejadme
Jesús mío, retirar de vuestro Sacratísimo Corazón la espada de dolor que
lastima la parte más profunda de vuestro ser, espada proferida por las almas
renuentes a vuestro amor. Jesús amorosísimo, heme aquí para suavizar vuestro
dolor, permitidme curar vuestras heridas con mi humilde reparación porque mi
pobre corazón también sufre al veros triste y angustiado.
Si mi
compañía os sirve como actos de adoración, recibidla plácidamente porque os
amo, sois la razón de mi existir.
Alejadme
del mundo porque a Vos sólo quiero servir. Alejadme del mundo porque en él temo
perderme. Alejadme del mundo porque estoy harto de una vida sin sentido, vida
que sí es verdaderamente transformada si camino siempre de vuestro lado.
Sé, que
estando muy cerca de vuestro Corazón Eucarístico podré recibir todas las
gracias que os plazca derramar en mi corazón.
Recibid mi
oración como ofrenda de amor, ofrenda que ha de llevarse vuestra tristeza,
porque un alma ha escuchado vuestra voz y se ha unido a la adoración de la
Iglesia Militante, Purgante y Triunfante. Adoración que será de vuestro agrado,
ya que desde vuestro Trono Celestial podéis ver lámparas encendidas a vuestro Amor
Divino que se consumen en vuestro Tabernáculo de amor.
Os adoro,
os alabo y os amo con todas las almas que, en esta hora,
os están
amando en la tierra y en el cielo. Amén. Sea por siempre
bendito y
alabado el Santísimo y Divinísimo Sacramento.
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